Con una carrera de seis décadas, su trayectoria no se detiene. Su cruzada benéfica contra el VIH tras la muerte de su amigo Freddie Mercury y su decisión de ser una figura de peso como homosexual. En pareja hace treinta años con el publicista y cineasta David Furnish, tienen dos hijos y se casaron en 2014: “Hay una diferencia abismal en llamarlo mi marido”.
Creció en un hogar musical, pero, sobre todo, femenino, criado por su madre y su abuela. Su padre tocaba la trompeta en una banda militar y en su casa había un piano que aprendió a tocar antes de los cuatro años. A los siete empezó a tomar lecciones formales; en el colegio era conocido por sus imitaciones perfectas de Jerry Lee Lewis, aunque los discos que le hacía escuchar su mamá hasta entonces eran de Elvis Presley y de Bill Haley. Antes de los once, ya componía y se vestía con la excentricidad de la estrella de rock que no tenía dudas que un día llegaría a ser: “Nunca imaginé otro futuro para mí”, diría más tarde.
Todavía se llamaba Reginald “Reggie” Kenneth Dwight; sólo sería Elton John después de formar el grupo Bluesology, a los 15, junto a Long John Baldry en voz y guitarra y Elton Dean en saxo: de ellos tomaría más tarde su nombre artístico. Para entonces sus padres ya estaban separados y su madre ya se había vuelto casar con el pintor Fred Farebrother, un hombre mucho más presente en la vida de Elton que su propio padre, al punto que fue él quien ayudó a que lo contrataran para tocar en un bar cerca de su barrio.
A mediados de los 60s Bluesology ya sonaba fuerte en los pubs de Londres como soporte de artistas de soul y R&B como Patti Labelle. En 1967, con 20 años, respondió un aviso de la revista New Musical Express. Detrás estaba la discográfica Liberty, se trataba de componer, algo que había hecho sin parar casi desde antes que leer y escribir. Firmó el remitente por primera vez como Elton Hercules John en homenaje a sus compañeros de Bluesology.
Pero el concurso no sólo lo bautizaría con un nuevo nombre –oficial a partir de 1972–, sino que lo haría conocer a otro talento que había sido reclutado por la Musical Express y Liberty Records y que se convertiría a partir de ese momento en la más fructífera colaboración artística de toda su vida: el poeta compositor Bernie Taupin. La fórmula estuvo clara desde el principio. Bernie era una máquina de escribir letras, y Elton era capaz de ponerles música y hacerles los arreglos en horas.
La primera canción que escribieron juntos fue Scarecrow, en 1957. Seguirían las inolvidables Your Song (su primer hit en Reino Unido y los Estados Unidos), Rocketman, Tiny Dancer, Daniel, Crocodile Rock, Candle in the Wind, Don’t let the sun go down on me, Sorry seems to be the hardest word, Empty Garden, I’m still standing, I guess that’s why they call it the blues, Sad Songs, A word in Spanish, I don’t wanna go on with you like that, Sacrifice, Club at the end of the street, The One, The Last Song, Believe…
Con Sir John –nombrado caballero por la Reina Isabel en 1998 por su aporte a la música y a la filantropía; también recibió la Legión de Honor de manos de Emmanuel Macron, en 2019– es imposible elegir sólo un título: la mayor parte de su producción tiene el carácter único de los que logran imponerse como banda de sonido de las vidas de varias generaciones. Y eso fue lo que pasó con su música, especialmente desde los 70.
En seis décadas de carrera, más de 50 de sus canciones llegaron a las carteleras de éxitos de todo el mundo, lleva vendidos más de 300 millones de álbumes y más de 150 millones de singles. También recibió cinco Grammys, cinco Brit Awards, dos Oscars y dos Golden Globes (por el tema de El Rey León –Can you feel the love tonight– y por el de Rocketman –Love me again–) y un Premio Tony. Todo parece poco para un artista al que la Rolling Stone ubicó en 2004 en el puesto 49 de su lista de los 100 mejores de la historia.
Su ascenso al estrellato, que ocurrió a la velocidad con la que componía junto a Bernie, como si en efecto fuera ese hombre cohete que le da título a la biopic musical de Lee Hall (2019), tuvo mucho que ver con el look extravagante con el que prácticamente había nacido y también con otra rareza en el rock que él traía desde los comienzos: el piano. El rock y el pop siempre habían sido territorio de la guitarra cuando Elton irrumpió sentado en su Yamaha. Eso daría origen a una de sus frases más célebres: “Siempre quise estrellar una guitarra contra el piso. No podés hacer eso con un piano”.
Elton cuenta la historia en Someone Saved My Life Tonight: “Casi me atrapaste, ¿no, querida?/ Casi me tuviste atado, hipnotizado/ La libertad dulce susurró a mi oído:/Sos una mariposa/ Y las mariposas son libres de volar”. En realidad, los que le susurraron fueron sus amigos y colegas Taupin y Long John Baldry: “¿Cómo te vas a casar con una mujer?”. Rompió el compromiso dos semanas antes de la boda. Pero no sería la primera vez.
A principios de los 70 entró a su vida ese que en la película biográfica del cantante aparece como el gran villano: quien sería su manager y luego el de Queen, John Reid. Rápidamente se convirtió en su amante y Elton asegura que fue su primera relación gay.
Pero al poco tiempo hubo también un matrimonio frustrado con la ingeniera de sonido alemana Renata Blauel, en 1984. Se casaron en 1984. John dijo sobre ella que fue “la mujer con más clase” que conoció, pero que simplemente no estaban destinados a estar juntos: “Vivíamos una mentira”. Ella confesó que intentó suicidarse en la luna de miel en St. Tropez cuando él le dijo que estaba arrepentido y quería separarse. El divorcio se concretó cuatro años después.
Ya entonces la presión del estrellato y el acceso a una vida de riqueza, drogas y lujos impensados en su infancia en Pinner lo enfrentaron como a muchos de sus amigos del swinging London al consumo problemático de cocaína. En 1975 tuvo una sobredosis. Más tarde contaría que también sufrió trastornos alimentarios. De hecho, fue ese uno de los puntos en común con una de sus amigas más amadas, Lady Diana Spencer, para quien adaptó A candle in the wind a modo de himno y homenaje durante sus funerales, en 1997. “Los dos éramos bulímicos”, le dijo en un reportaje a Larry King en 2002.
Siempre se jactó de haberse recuperado solo de su adicción a las drogas y al alcohol. Y siempre se consideró afortunado de no haber contraído VIH en los 80 “después de tanto sexo sin protección”. En parte por eso, y también por el enorme cariño que sentía por Ryan White y Freddie Mercury, fue que en 1992, a poco de las muertes de sus amigos, decidió crear una fundación con su nombre para prevenir el Sida, asistir enfermos y combatir el prejuicio en torno al virus. La fiesta en los Oscars que ofrece desde el 93 para recaudar fondos con ese fin es hasta hoy una de las más concurridas y lleva cientos de millones en donaciones, al igual que su White Tie and Tiara Ball, en Berkshire.
Ya se había declarado bisexual en una entrevista con la Rolling Stone en el 76, pero en en 1992 pudo decir finalmente a la misma revista que se sentía “bastante confortable siendo gay”. Treinta años después le gusta llamarse a sí mismo “el homosexual más famoso del mundo”, y ha hecho méritos y derribado muchas barreras en el camino para ganarse el título.
En 1993, John hizo pública su relación con el publicista y cineasta canadiense David Furnish. El 21 de diciembre de 2005, el mismo día en que la Unión Civil para personas del mismo sexo entró en vigencia en Inglaterra, John y Furnish se convirtieron en una de las primeras parejas homosexuales en comprometerse ante la ley. Y exactamente nueve años más tarde, en diciembre de 2014, cuando el Reino Unido legalizó el matrimonio igualitario, también se casaron, en Windsor.
Junto a ellos estaban sus dos hijos: Zachary Jackson Levon Furnish-John, nacido en diciembre de 2010 por subrogación de vientre; y Elijah Joseph Daniel Furnish-John, nacido en enero de 2013 por la misma subrogante y entonces apenas un bebé.
“Hay una diferencia abismal entre llamar a alguien tu pareja o llamarlo tu marido –dijo el día del casamiento–. Pareja es una palabra que debería guardarse para la gente con la que jugás al tenis, o con la que hacés negocios. No se acerca ni un poco a describir el amor que siento por David ni el que él siente por mí. Marido, en cambio, sí lo hace”.
Ocho años después y a los 75, el rocketman sigue su trayectoria al infinito, para demostrar una y otra vez que nunca fue “el hombre que pensaron en casa”. Sin ir más lejos –o mejor, haciéndolo–, hace apenas unos meses su colaboración con Ed Sheeran con el tema Merry Christmas –en cuyo clip ambos músicos recrean una escena del film Love Actually– recaudó millones en su cruzada contra el Sida. La canción, a cincuenta años de su primer hit, fue su tercer número uno del año. Lo dicho, el hombre cohete nunca se detiene ni se cansa.
Fuente: Infobae