Mandy Harvey sufre con una “discapacidad invisible”. A los 18 años, una enfermedad degenerativa afectó sus nervios e hizo que perdiera la audición. La chica, que soñaba con ser directora de coros y había comenzado a prepararse para ello en la universidad, confiesa que pasó mucho tiempo atada al miedo. Muchas veces pensó en dedicarse a otra cosa, hasta que decidió poner el foco nuevamente en sus sueños: reaprendió a cantar entrenando su memoria muscular, ayudada por afinadores visuales y sintiendo el ritmo a través de las vibraciones de la música en el piso. Por eso en sus conciertos actúa descalza.